Ana Rodríguez. Secretaría de Igualdad de Fundación Cives
Hoy, cuando la emergencia de los posfascismos amenaza con revertir las conquistas de la democracia, cuando desprestigiar a sus instituciones y generar desafección hacia la política parece el objetivo prioritario de muchos, volvemos de nuevo nuestra mirada a lo que sucede dentro de las aulas. Porque, aunque “el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y los derechos y libertades fundamentales” está blindado en nuestra Constitución como objeto de la educación (art.27) y la LOMLOE lo concreta como “desarrollo de la igualdad de derechos… respeto a la diversidad afectivo-sexual y familiar, fomento de la igualdad efectiva de mujeres y hombres a través de la coeducación de niños y niñas…prevención de la violencia de género …” (Art.1, l), a pesar de ello, encuestas, investigaciones y resultados electorales nos muestran un alarmante porcentaje de jóvenes que parecen expresar su libertad confrontando con dichos principios y especialmente con la igualdad entre hombres y mujeres y la diversidad afectivo-sexual.
De ahí la importancia de reivindicar en este 8M la radical asociación entre libertad e igualdad, desmontando los discursos que, apoyándose en la libertad, justifican sus ataques a la democracia, a lo público y a los derechos sociales; discursos “rebeldes” y desacomplejados que muestran una profunda aversión a la diversidad en función de los supuestos beneficios de una supuesta uniformidad idiosincrática que justifica sus exclusiones.
De ahí la importancia de reivindicar en este 8M el reconocimiento a las luchas de las mujeres y a sus conquistas, indisolublemente unidas a los avances de las democracias. Cuando el liderazgo ultra se apoya en propuestas reduccionistas referidas al género y la raza, la presencia en las escuelas de las aportaciones de las distintas olas del feminismo en el avance y profundización de la calidad de los sistemas democráticos constituye un buen recurso para su confrontación y para el debate.
Los avances conseguidos en la igualdad de género, en ocasiones todavía a nivel formal, no pueden hacernos olvidar las profundas desigualdades económicas y sociales que permanecen o se agudizan asociadas al cambio climático, a la sobre explotación neocolonial de la naturaleza y otras amenazas bélicas. De ahí la importancia de reivindicar en este 8M la unidad de los feminismos en las luchas por los derechos que son de todos y de todas, porque la demostrada capacidad del feminismo por mejorar la calidad democrática de una sociedad radica en hacerse cargo también de las luchas que son comunes. El futuro no puede estar en el cierre de filas, sino en la ampliación de los sujetos, de los frentes y de las demandas, tomando como trampolín las libertades conquistadas para avanzar en la creación de un mundo mejor para todas y todos.
Desde la calle y desde las aulas.