El objetivo del festival era el de devolver a Lampedusa el estatus de lugar de paso de diferentes civilizaciones del Mediterráneo y por lo tanto, de lugar de intercambio de personas, culturas y tradiciones, frente a la imagen exclusivamente negativa que reproducen los medios de comunicación. Para ello se organizaron multitud de actividades culturales a la vez que se realizaron reuniones, conferencias y mesas redondas de miembros de asociaciones y activistas de la zona mediterránea.

No os perdáis la crónica de Pedro Líebana, participante del Sabir festival y patrono de la fundación Cives.

 

La tragedia de Lampedusa

La visita a Lampedusa abre las puertas al viajero a una realidad ineludible. Las jornadas de SABIR celebradas los pasados 3 y 4 de Octubre en la isla permiten a asomarse a una realidad sobre la que no podemos sustraernos. Más de 3.000 muertos y desaparecidos desde el pasado año por estas fechas. Muchos miles más emprenden a partir del momento de pisar el suelo de Europa, un largo periplo no exento de incertidumbres. Hay quien sostiene que para los que sobrevivieron y para los que vengan y lo logren, el calvario comienza en ese momento.

La diáspora de miles de personas que huyen de las guerras, el hambre y la miseria tocando a las puertas de Europa es una realidad cada día más palpable. Tantas necesidades acumuladas, tantas carencias, no pueden ser acotadas bajo el principio la seguridad de las fronteras. FRONTEX, Agencia Europea con sede en Varsovia, no puede ser el único remedio a la situación. Esto no es un problema de seguridad en las fronteras de Europa, o al menos, no solo eso. La mirada sobre el fenómeno afecta a la dignidad de las personas, a los derechos humanos, a su esencia como ciudadano/a y esto no es un problema de seguridad.

Lo que sucede aquí, como en otros puntos de la geografía global, en la periferia de los países desarrollados respecto al resto, solo puede ser enjuiciado desde la perspectiva de las causas de fondo por las cuales se producen estos flujos migratorios, sean estos en la frontera entre USA y México, en América, o en la Europa.

SABIR es el símbolo de la lengua franca que se hablaba en el Mediterráneo, entre comerciantes, navegantes y algunos habitantes de los países ribereños durante los siglos XV al XIX. Se ha tomado esa referencia para acoger un encuentro entre representantes de la sociedad civil (ONGs, sindicatos, representantes políticos y diversas asociaciones) donde se han abordado los problemas de fondo que afectan a las personas que emprenden este arriesgado viaje a la búsqueda de mejores condiciones de vida. Al menos ese es el motor que los impulsa. Es duro descubrir que Europa con todo su poder a pesar de la crisis, aborda con cierta displicencia, cuando no hostilidad, la llegada de muchos seres que buscan un mundo mejor para sus vidas y sus familias.

Nada podrá detenerlos si no se resuelven las causas que los mueven, incluso jugándose la vida. A las profundas calamidades de los países de África de todo tipo, se suman ahora las nuevas guerras en Oriente Medio, los conflictos en Palestina, Siria, Líbano, e Irak, convirtiendo el Mediterráneo en un pasillo constante hacia Europa, en donde nada puede impedir a los huidos salvar la lámina de agua que les separa de la tierra prometida. Si bien las causas de fondo en muchos casos están relacionadas con la economía, con la explotación de los recursos naturales, con las actividades de las empresas multinacionales de USA, Europa o China en el suelo africano. Poco o nada se interpone en limitar su afán depredatorio.

La globalización ha generado éste fenómeno y los resultados cada día más complejos añaden mayores incertidumbres a la población de muchos países, empujando a sus gentes a la desesperación y al hambre. Las guerras y las desigualdades alimentan este fenómeno de la diáspora en amplias poblaciones amplificando los efectos.

En ésta coyuntura de incremento de los flujos migratorios, el Gobierno italiano del Sr Renzi se encuentra cada vez más entre la espada y la pared, más limitado de recursos y medios para hacer frente a esta avalancha con lo que esto supone.

Los problemas que se plantean no son solo ofrecer alimentos y acogida a los recién llegados, sino hacer sostenible sus vidas en el tiempo. Europa no puede abandonarlos a su suerte, hacer dejación de los principios de solidaridad e igualdad que han fundamentado la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la condenan a papel mojado. Es preciso rechazar lo inaceptable parafraseando a Stéphane Hessel. Cuando se redactó dicha declaración en 1948, los redactores en su búsqueda para caracterizar lo más destacado y definitorio de la esencia de las personas en la declaración, fue la palabra “Dignidad”. Todos los seres humanos cuando nacen, son libres e iguales en dignidad y en derechos. Deben por ello arbitrarse los medios para que se respeten esos derechos. Todas las religiones y las filosofías avalan ese término de “Dignidad”, por eso lo escogieron sus redactores.

Además Europa también necesita de estas personas, no solo porque aportan nuevas visiones, o nuevas culturas, sino también porque la población europea envejece y estas personas pueden representar una nueva savia para el tejido productivo, y enriquecerla, sino también porque sus aportes en todos los órdenes abonan la configuración un mundo globalizado más mestizo. Este camino globalizador es indeclinable.

La situación de las respuestas a la actual situación es compleja por la debilidad operativa de los órganos que dirigen la UE, por la lentitud de sus decisiones, y en ocasiones, por la posición cicatera de los Gobiernos de algunos Estados, cuando no hostil, en su mayoría actual al observar el fenómeno desde una perspectiva ideológica conservadora. Con escaso presupuesto no se pueden afrontar estos problemas. La democracia en los países europeos se deteriora día a día si no se acomete este problema con rigor y con profundidad. No podemos imputarles a estas personas algo que ha servido para poner de manifiesto nuestras propias carencias. La UE debe ser sensible a ello. En muchos casos, no bastan solo los recursos, también se precisa la consideración del trato, la mirada respetuosa hacia lo diferente. Una mirada que el que llega debe reconocer como humana, no como hostil. Son ciudadanos/as y como tales deben ser tratados. La llegada de estos flujos ha puesto en cuestión el valor de nuestra democracia y su capacidad de respuesta. Este es un fenómeno ya reconocido y de nuevo apuntado en Lampedusa los pasados días. Es necesario por ello, que la sociedad civil, los partidos políticos, los sindicatos, el Parlamento Europeo, la Comisión, los Gobiernos de los 28 Estados miembros y todas las Instituciones, valoren que esto no es un problema de seguridad, que no puede resolverse desde esa perspectiva. Ya se oyen demasiado tambores procedentes de colectivos xenófobos y neonazis en todos los países europeos que promueven la división y el enfrentamiento. Ese fenómeno es ya una realidad, no un rumor. Por tanto es imprescindible reforzar los vínculos civiles de las entidades que articulan las sociedades europeas, el entendimiento en el seno de las instituciones y de los colectivos sociales, antes de que el enfrentamiento se manifieste.

Se ha hablado en las jornadas de un espacio Euromediterraneo de la conveniencia de concertar un mutuo reconocimiento de las culturas y de las lenguas a un lado y otro de la ribera de este viejo mar, cuna de la civilización occidental y que tantas guerras ha contemplado. Es preciso que la primavera árabe que ha tenido una repercusión bastante positiva en Túnez y menos en otros países del Magreb, abra el camino en éste territorio y mueva la posibilidad de articular una sociedad civil en estos países del Sur con la cual compartir objetivos comunes. Desde la Escuela, desde los colectivos sociales, se puede construir un camino, una vía para trasladar luego a las Instituciones oficiales, a las instancias políticas algunas propuestas de convergencia y de compromiso. Hay espacio para ello. Es preciso contener no solo la xenofobia o la intolerancia, sino muchos de los problemas sociales que atormentan a nuestras sociedades. Solo en un marco conjunto de interacción es posible. Esto abre la opción de canalizar también los flujos migratorios de aquellos que desde Oriente Medio, o la región subsahariana se desplacen hacia la región. También ayudará a alcanzar el empoderamiento de la población en sus países de origen para que dichos flujos se reduzcan. Pero antes de todo, es preciso poner término a la muerte, a la desesperación de los naufragios y a los desaparecidos. Es la primera de las medidas a adoptar. La UE debe poner punto final mediante las medidas necesarias y los presupuestos adecuados para ello. Y luego, hacerlo reconociendo que los recién llegados son sujetos de derechos, que tienen que ser tratados con dignidad, que es necesario escuchar, conocer sus necesidades y con ello, encontrar las vías de su integración, e incluso su inclusión entre nosotros.

La visita de Martin Schulz, de la Sra Mogherini, el primero como Presidente del Parlamento Europeo y la segunda como Vicepresidenta de la Comisión, es la manifestación más palpable que el tema preocupa y que el fondo del asunto está ahí esperando abordarse y es materia de interés entre las Instituciones Europeas.
Las jornadas festivas de SABIR en Lampedusa incluyeron varios talleres, sobre democracia real, sobre la vertiente sindical, la atención inmediata al recién llegado, la valoración de las medidas urgentes a adoptar, la asistencia jurídica necesaria, etc. Temas que permitieron a los asistentes analizar medidas y ponderar carencias. Existen directivas europeas, pero su ejecución deja, según algunos, mucho que desear, y en ocasiones sus resultados deben mantenerse en constante observación, promoviéndose nuevas actualizaciones. Las necesidades obligan.

Hubo un esfuerzo colectivo por reconocer que esto no concluye aquí, sino que es un camino, que es preciso perseverar, que la sociedad civil debe consolidarse y empujar a sus Gobiernos respectivos y a las Instituciones, porque es preciso evitar esta sangría, por la memoria de los muertos y los desaparecidos y sus familiares, y sobre todo, porque los vivos nos necesitan.

 

Valencia 8 de Octubre 2014
Pedro Liébana

Translate »