Por Luis Marúa Cifuentes. Patrono de la Fundación Cives y catedrático de Filosofía.
Hace muchos años que conocí a Esperanza Guisán y desde el primer momento admiré en ella su pasión por la filosofía y su lucha tenaz y honesta por sus ideales políticos y éticos. Eran los años 90 y Esperanza participó con entusiasmo en todos los Seminarios y Jornadas que la Fundación CIVES y la Liga Española por la Educación y la Cultura Popular organizaron en aquellos años a favor de la enseñanza de la ética en nuestro sistema educativo. Con la semblanza que voy a escribir, trato simplemente de recordar con cariño su valioso legado intelectual y subrayar además aquellos elementos de su filosofía moral y política que siguen siendo de plena actualidad en nuestros días.
En primer lugar, he de señalar que su contribución al estudio del utilitarismo en nuestro país fue decisiva, pues fue la promotora de la Sociedad de Estudios Utilitaristas en España y además una de las mejores difusoras de su pensamiento a través de la revista Ágora de la Universidad de Santiago de Compostela. Desde mi punto de vista lo más importante de su visión del utilitarismo fue el haber sabido presentarlo de un modo completo y sin tergiversaciones u ocultamientos; es decir, defendiendo la tesis fundamental de que los utilitaristas no piensan solo en la felicidad del individuo, sino que también les preocupa la felicidad de todos y por tanto que siempre su ética desemboca en la política. Esperanza Guisán supo hacer de su propia vida un ejemplo de felicidad para sí misma y para los demás tratando de cumplir con el ideal utilitarista. Su obra El Manifiesto hedonista fue un tratado moderno de la felicidad que seguía las tesis esenciales del utilitarismo.
En segundo lugar, me parece importante recordar su generosa colaboración con muchas asociaciones de profesores, pero especialmente con la Fundación CIVES y la Liga Española de la Educación en los años en que se implantó la LOGSE, en la década de los 90, para defender la implantación de la ética en nuestro sistema educativo de un modo claro y definitivo. Su labor como profesora en la Facultad de Filosofía de Santiago fue pionera y valiente en ese sentido, pues nunca ocultó sus críticas las los distintos Ministerios de Educación ya las Universidades por su olvido de la ética en el sistema educativo español. Además Esperanza Guisan siempre unía la ética con la política en las sociedades democráticas y por eso insistía muchos en sus escritos y conferencias en que la democracia debía estar profundamente “etizada”; es decir, impregnada de valores éticos. De lo contrario se podía convertir en un sistema de gobierno puramente procedimental.
Por último me gustaría señalar uno de los aspectos que Esperanza Guisán defendía con más vehemencia y con gran inteligencia y que además es uno de los elementos que mejor identifican a la Liga por la Educaciòn y a CIVES. Me refiero a su defensa de una ética laica, de una ética que se fundamente en el ser humano y en su capacidades y valores y sin ninguna necesidad de referirse a ningún tipo de divinidad superior. El humanismo inmanentista que defendía Esperanza Guisán preconizaba la felicidad individual y la alegría de vivir y sobre todo la de buscar la justicia y la felicidad para todos. Su idea de una ética laica era positiva y no una reacción contra el clero y los teólogos. Se afirmaba en los derechos humanos y en las exigencias reales inscritos en ellos de ejercer los valores y actitudes de tolerancia y solidaridad. Para ella prescindir de dios o de los dioses no era ninguna tragedia, pues la búsqueda del placer de cada uno y el de los demás estaba basada en un sentido social de la justicia que colmaba plenamente sus aspiraciones como ser humano. Siempre que pude hablar con ella sobre estos temas, me inspiró una alegría de vivir y de convivir que en su caso conectaba perfectamente con la crítica razonada a los excesos del tradicionalismo y del catolicismo en nuestro país.
Para terminar querría expresar el deseo de que su trabajo, su entusiasmo y su legado sigan presentes entre nosotros y que aquellos que no la conocieron personalmente puedan ahora leer sus escritos pues encontrarán en ellos motivos para mejorar su vida y la de los demás. Estoy convencido de que su vida y su obra no van a caer en terreno baldío.