Un estado laico es aquel que, desde el punto de vista social, hace suya la máxima que Kant observaba en la Ilustración: “atrévete a pensar por ti mismo”. Por tanto, no dejes que otro piense y decida por ti, ni que te marque el camino que deberás seguir en tu vida, ya sea individual, ya sea la vida colectiva de la sociedad. Por ello, el estado laico es la condición para alcanzar la igualdad: entre hombres y mujeres, entre creyentes y no creyentes, entre las diversas opciones sexuales, etc.
Durante el periodo en el que se redactó la Constitución de 1978 hubo un principio de acuerdo para que un país tan diverso como España fuera declarada, constitucionalmente, como un estado laico. Sin embargo, la airada reacción de la jerarquía católica consiguió que la declaración quedara en un estado aconfesional. Se declaró que ninguna religión es la oficial del Estado, pero se hizo una trampa: se estaba negociando un acuerdo secreto entre el gobierno de UCD y el Vaticano, en el que se le daban a la iglesia católica una serie de privilegios, todavía vigentes. Este pacto se hizo público después de aprobada la constitución para dar a entender que derivaba de ésta y con forma de tratado internacional para blindarlo frente a posibles legislaciones que pudiera elaborar el Congreso de los Diputados.
En la Conferencia Política celebrada por el PSOE el 9 y 10 de noviembre de 2013 se dio un primer paso para empezar a construir un necesario estado laico, es decir, un estado plenamente democrático, esta plenitud solo se consigue en aquellas sociedades en las que las decisiones de los ciudadanos no están condicionadas por poderes extraños a su propia autodeterminación, en este caso la iglesia católica, que quiere imponer sus normas a las costumbres y comportamientos sociales e individuales. Hay que constatar que la sociedad española es cada vez más libre y, por tanto, más laica. Que el estado español sea declarado laico es un ejercicio de hacer legal la realidad social de España.
En la comisión 1 de la Conferencia Política hubo un largo e intenso debate sobre la laicidad en el que fueron decisivas las aportaciones del Sectorial de Participación Ciudadana y Diversidad. Las conclusiones se concretan en varios puntos:
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Sacar la religión del currículo y del horario escolar. Consecuentemente, se eliminaría ese engendro impuesto por la iglesia llamado alternativa a la religión.
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Desaparición de los símbolos religiosos del ritual público.
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Compromiso claro de autofinanciación eclesiástica y evitar que la iglesia se apropie de fincas no inscritas en el Registro de la Propiedad.
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Como estos privilegios se derivan de los tratados España-Vaticano, denunciar dichos tratados. No es necesario establecer ninguno, la mayor parte de los estados democráticos no los tienen. Lo que es necesario es regular las actividades de las religiones por medio de una Ley de Libertad Religiosa.
Pero el tema de la laicidad en el socialismo no es nuevo. Todos recordamos la ley francesa de 1905 por la que establece la separación entre la iglesia y el Estado. Entre otras cosas, prohibía la práctica de la enseñanza a las órdenes religiosas. Esas órdenes religiosas docentes abandonaron Francia y se establecieron en la España de Cánovas del Castillo y aquí siguen. Pues bien, uno de los grandes impulsores y defensores de esa ley fue el líder socialista Jean Jaurés, compañero y amigo en la Internacional Socialista de Pablo Iglesias. Un hombre que mantuvo con éste y otros líderes europeos la firme oposición a la guerra imperialista que se estaba gestando, lo que terminó costándole la vida. Jaurés fue asesinado el 31 de Julio de 1914 en un café de París por obstaculizar la conquista. También hay que recordar las aportaciones del PSOE a la redacción y aprobación de la constitución de la II República, en ella España fue declarada un estado laico.
Lo aprobado en esta Conferencia Política no es un programa, sino una serie de planteamientos que deben cumplirse cuando se concreten en una práctica de gobierno. Debemos, por tanto, conseguir que estas metas se alcancen lo más rápido posible. Será la manera de liberar a la sociedad española de esa doble moral, que en el ámbito oficial, le está siendo impuesta y que no tiene nada que ver con los comportamientos libres que tienen la mayor parte de los españoles.