Yo no le había llamado pidiendo ayuda, pero él, Pedro Zerolo, estaba allí, apoyándonos moral, generosa y físicamente con su presencia. Era la rueda de prensa que habíamos convocado para rechazar ante la opinión pública las mentiras y calumnias sobre las que el diario ABC había montado su campaña de homicidio civil premeditado para conseguir la destrucción de mi imagen pública, y además ocasionar el descrédito de la Liga Española de la Educación y de la Fundación Cives.
El conservadurismo más reaccionario que el mencionado medio periodístico representaba- y sigue representando- nos señaló como los adversarios a destruir por los procedimientos más inmorales, como consecuencia de nuestra actuación como promotores activos, impulsores y divulgadores de la Educación para la Ciudadanía; asignatura frente a la cual habían desencadenado todas las fuerzas de sus poderes religiosos, institucionales, políticos y mediáticos y fabricado ficticias plataformas cívicas para provocar una masiva objeción de conciencia de los padres de alumnos frente a ella; cosa que no consiguieron. Allí estaba acompañándonos Pedro, practicando la solidaridad y el compromiso franco y fraterno con las personas, los valores y las causas con las que siempre se identificó, impulsado por los principios de ética civil laica y “socialismo afectivo” que constituían la esencia de su humanidad. Pocos días después volvió a manifestarnos su apoyo decidido y su estima con las palabras, que aún resuenan en nuestros oídos y permanecen en la intimidad de nuestros recuerdos y de nuestra gratitud, de valiente defensa y de afecto que nos dedicó en el acto de apoyo, desagravio y reivindicación celebrado en el Salón de Actos del Ateneo de Madrid.
Pedro Zerolo, como defensor y practicante que del republicanismo cívico, era sobre todo un laicista activo, militante y consecuente; uno de aquellos pocos que dentro de la organización socialista que compartíamos se declaraba sin inhibición alguna como defensor y promotor del “laicismo”, entendido como compromiso asumido para el logro efectivo de un Estado y una sociedad laicos, y no de la simple concepción reduccionista de una “laicidad” subordinada aún a los usos y costumbres supervivientes del viejo régimen confesional, asumida bajo los complejos negativos que los adversarios de la modernidad y la Ilustración habían conseguido insuflar en la conciencia colectiva de muchos españoles durante los cuarenta años de nacional-catolicismo.
Creó dentro del PSOE el Grupo Federal de Laicidad y me encargó de coordinarlo junto a él, sin que lográsemos alguno de los resultados que esperábamos de una Ley de Libertad de Conciencia, la revisión de los Acuerdos con el Vaticano y la salida de la Religión del currículo escolar. Pero el ultimo gran debate en el que batallamos juntos fue con ocasión de la conferencia Política del Partido Socialista celebrada en el otoño de 2013, donde si se logró plasmar en sus resoluciones los compromisos que el PSOE ha adquirido solemnemente para culminar nuestra transición hacia el Estado y la Escuela laica. Yo había formado parte del Grupo de expertos encargados de elaborar la ponencia sobre Estado Laico que había de ser discutida en dicha Conferencia y respecto a la cual dejé expresamente manifestado en informe que hice llegar a los responsables del Partido mis profundas y grandes discrepancias. A su vez, Pedro Zerolo me llamó para que colaborase con él en la preparación de las enmiendas que el Partido Socialista de Madrid presentó sobre las medidas que muchos considerábamos imprescindibles para avanzar en la consecución del Estado y la Escuela laica, superando viejas posiciones conservadoras que habían contribuido al estancamiento y a la renuncia de toda acción política relevante de los socialistas para trasladar a la realidad de una sociedad cada día más plural y secularizada el potencial de principios de laicidad contenidos en nuestra Constitución aconfesional, es decir, laica, como el mismo Tribunal Constitucional ya había declarado en algunas de sus sentencias.
Fuimos juntos al debate que se ocasionó en la Mesa redonda sobre Estado laico que abrió este capítulo importantísimo para esta Conferencia política. Defendimos nuestras ideas, y él lo hizo con la oratoria elegante, razonada y convincente que le caracterizaba. Estas y otras muchas intervenciones pusieron de manifiesto la oportunidad -más bien necesidad- del severo cambio que fue necesario hacer para lograr unas resoluciones más ajustada a la trayectoria histórica del Partido Socialista, al sentir de la mayoría de los representantes allí congregados y a las exigencias de una sociedad a la que el ejercicio de las libertades y derechos democráticos ha transformado en más ideológicamente plural y respetuosa de la diversidad y del derecho a ser diferentes. Una sociedad necesitada de regular el ejercicio de los derechos y libertades de los ciudadanos en el marco de una legislación propia de un Estado laico, sin subordinación o interferencia de los aún vigentes Acuerdos concordatarios, que se acordó deben ser denunciados, y mediante el despliegue de una escuela pública y laica que garantice el ejercicio del derecho de todos a la educación, el respeto al pluralismo y la educación ético cívica de todos los escolares.
Pedro Zerolo siempre se manifestó orgulloso de lo que en aquella Conferencia Política habíamos conseguido entre todos. Por eso, hoy, cuando ya se ha ido, como dijo el poeta “compañero del alma, tan temprano”, podemos decir que, además de su gran logro en la lucha por hacer realidad la igualdad entre todas las personas, como fue la aprobación de la ley sobre matrimonio entre personas del mismo sexo, nos legó su magnífico ejemplo como militante y activista de un laicismo impregnado por un sentimiento de tolerancia activa y solidaria, dialogante, respetuoso y garante del derecho al ejercicio cívico de la diversidad, sin derechos diversos.
Victorino Mayoral