El conflicto escolar y la responsabilidad de la Iglesia

La jornada empezó con la intervención de Victorino Mayoral acerca de la cuestión escolar y la importancia de la asignatura en relación al prolongado conflicto escolar no resuelto que acarreamos todavía a día de hoy. La laicidad del Estado y la laicidad en la Escuela son dos cuestiones estrechamente relacionadas, todavía pendientes, que condicionan nuestro sistema educativo y han vuelto a acentuarse con la LOMCE. A juicio de Mayoral, la nueva ley educativa ha reactivado el conflicto escolar, representando una especia de ‘revancha’ de la derecha aumentando la carga ideológica neoconfesional. Por otro lado, ha introducido también, por primera vez en nuestra legislación escolar, los principios del dogma neoliberal, hoy hegemónicos en la cultura económica y mediática. Este hecho es especialmente relevante por que modifica la concepción de la educación como servicio público fundamental para sustituirlo por un mercado educativo de carácter competitivo, con consumidores en lugar de usuarios y por lo tanto, condicionada según la renta de las familias. No es de extrañar que contenidos relacionados con la educación ético cívica, la interculturalidad, la laicidad, etc, resulten especialmente molestos en un modelo que centra el paradigma humano en la figura del emprendedor, el empresario y de la enseñanzas más instrumentales en la economía y conocimientos básicos de finanzas.

La batalla contra educación para la Ciudadanía por parte de la Iglesia y los sectores conservadores que la acompañan, ponen en evidencia, según Mayoral, que la inestabilidad de nuestro sistema educativo tiene su origen gran parte en la intromisión frecuente de la Iglesia para defender sus intereses. Así lo demuestra la beligerante actitud contra una asignatura pensada para hacer mejores ciudadanos y ciudadanas, tolerantes y respetuosos con otras culturas y creencias. De hecho la educación para la ciudadanía constituye una de las grandes finalidades de la educación pública, como afirma Antonio Bolívar, y supone un factor de cohesión social, de comprensión mútua, de diálogo intercultural e interreligioso.

Educación para la Ciudadanía: más que una asignatura

En los últimos años los sistemas democráticos han estado sometidos a críticas desde diversos sectores de la sociedad. Los graves problemas económicos y sociales que en el actualidad afectan a muchas sociedades democráticas han revelado la necesidad de mejorar sustancialmente la calidad democrática de la vida política y sobre todo la urgencia de que la ciudadanía se sienta realmente partícipe activa de la “polis” y pueda conseguir que los poderes económicos no decidan por su cuenta lo que la política debe decidir desde los gobiernos elegidos por los ciudadanos. Con este punto de partida, Luis María Cifuentes, hizo un recorrido para mostrar la fragilidad que es consustancial a los sistemas democráticos, sobre todo en una época de profunda crisis económica y social, y al mismo tiempo analizó la necesidad de una renovada educación cívica y democrática en el ámbito del sistema educativo español. El papel que debe jugar la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos es ahora más importante que nunca pues los peligros del totalitarismo excluyente y del populismo demagógico acechan la estabilidad de nuestras democracias. Por eso la exigencia perentoria de que en la escuela se formen ciudadanos no puede ser olvidada ni marginada bajo el pretexto de una formación exclusivamente profesional.

¿Qué implica ser ciudadano o ciudadana?

Rosario Miranda continuó la reflexión filosófica definiendo que “Ciudadano es aquel que no se concibe a sí mismo ni a otro como señor o súbdito sino como soberano, es decir, como individuo libre, culto, autónomo, como un sujeto de derechos y deberes que se autogobierna junto a sus iguales mediante leyes que se establecen por consenso y por ese motivo se obedecen”. Lo que los ciudadanos necesitan para autogobernarse es arte o virtud cívica, afirmó Miranda, una sensibilidad hacia el bien común que no se hereda sino se aprende. Del mismo modo, la política solo funciona bien si cada individuo es capaz de sentir que la felicidad común le concierne tanto como la privada, si dirime su propio bien en los dos ámbitos, es decir, si pronuncia los pronombres “yo” y “nosotros” con el mismo ímpetu.

Sin embargo, la libertad conlleva responsabilidad y contiene deberes tanto como derechos. La hipertrofia del derecho y la atrofia del deber es una descompensación de los dos hemisferios de la libertad que ha generado el sentido común irracional que tenemos, que atribuye deberes al Estado y derechos al individuo, o que no nutre al sujeto de deberes contenido en un ciudadano. Una educación para la ciudadanía en la escuela que no se articule con una vida, privada y pública, donde se pronuncie abiertamente la palabra “deber” y donde la soberanía se ejerza en lugar de delegarse o eludirse, no cambiará las cosas.

La necesidad de incorporar la EpC en el Currículo escolar español

Desde Cives seguimos apostando por la incorporación de la Educación para la ciudadanía democrática y los derechos humanos. Este conflicto, no obstante, no se solucionará hasta que que no superemos definitivamente el problema de la laicidad en la escuela pues entendemos a la EpC como uno de sus componentes. No pueda haber educación para la ciudadanía fuera de la laicidad, que implica el respeto a todas las creencias.

Cives y la Liga Española de la Educación están poniendo en marcha un proyecto que tiene por objetivo crear una red de escuelas de ciudadanía en las que se trabajen los valores democráticos tanto dentro como fuera del aula, en la propia organización del centro. El proyecto de red fue planteado durante la tarde las jornadas y pretende generar compromisos desde de comunidad escolar de cada centro.

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